jueves, 15 de septiembre de 2022

De como salvé al mundo alguna vez...

Siempre le tuve miedo a la oscuridad, por lo menos desde que recordaba. Y es cierto que no fui muy sociable, pero no creo eso influyera en lo que pasó.

Desde que tengo memoria puedo recordar esos episodios, donde quedaba “pegado” en el sueño (como yo le decía); hoy tiene nombres más científicos, más agradables, lejos de lo que era en verdad. Porque el único sentimiento que sobrevivía a todo eso era el terror de sentir que moría, pero que nunca llegaba. Era una parálisis general donde, como mucho, podía abrir los ojos, un estado catatónico en el que permanecía por un tiempo indeterminado, podían ser segundos u horas, no podía definirlo bien.

Con los años aparte de crecer y cambiar, también cambió esa experiencia, empezó a ser más intensa, larga y con algunos “extra” que hubiese preferido no pasaran.

Y así fue como un buen día encontré a un buen amigo, a quién le pasaba lo mismo desde siempre, pero con una pequeña diferencia: él podía controlarlo.

Conversamos largas horas sobre el tema, y llegó a explicarme, no con gran reticencia, que lo que me pasaba era solo el inicio de algo más, de una capacidad guardada que todos tienen, pero que aflora naturalmente solo en algunos. El Desdoblarse.

Me sumí en un profundo trabajo de investigación, búsqueda y experimentación para poder lograr llegar a ese estado, ahora consciente y bajo control, pero fueron muchas noches de práctica y sudor, de miedo y de angustia, hasta lograrlo. Fue increíble, de verdad una experiencia terroríficamente hermosa, que quizás te explique en otra oportunidad, porque te estarás preguntando “pero ¿cómo llegas a salvar al mundo con esto?”; solo déjame continuar.

No sé bien como sucedió, pero luego de muchas “sesiones” y “prácticas de vuelo”, alguien llegó a mi casa preguntando por mí. Era un tipo alto, delgado, con muchos años encima, pero sin el cansancio propio de la vejez; con una vestimenta que no sé si calificarla de formal, pero claramente distinta al resto, eso sí. Había algo familiar en él, pero que no pude ver claramente. Me pidió salir a conversar y caminar por un momento y, con lo primero que me comentó, me dejó atónito y choqueado por lo que dijo. – Sabemos lo que ha estado haciendo, no se sorprenda por favor, pero tenemos un registro completo de los “viajes” que ha efectuado – comentó tranquilamente, sin dejar de mirar hacia adelante, con la mirada perdida. – Necesitamos de su talento, si me entiende a lo que me refiero – terminó de cerrar la frase.

¿Cómo era posible?, ¡Cómo! Mi cabeza parecía que fuera a explotar, y el miedo, ese antiguo miedo, volvió a mí por un segundo.

Para no aburrirlos mucho por ahora, les comentaré que no acepté de inmediato el “trabajo”. Intenté saber más de esta persona, de lo que quiso decir en realidad, de lo que había detrás. Pero solamente obtuve frases cortas, ideas vagas. Entendí que era un “grupo” de personas con capacidades similares, que estaban reunidas por un objetivo común, y que hacían viajes, programados, para “limpiar” y “ordenar”, según dijo. Intenté buscar a mi amigo para comentarle, pero me fue imposible ubicarlo. De hecho, en un breve lapso, pasaron varias cosas: me quedé sin trabajo, perdí mis tarjetas, me robaron en la calle, y varias otras cosas más de la misma índole.

Finalmente, cuando me decidí a saber más y participar de esta invitación, me di cuenta del alcance de todo esto, aun cuando debo admitir que pasó mucho tiempo para asumir que esto era cierto, muy real, más que cualquier otra cosa que hubiese experimentado. No puedo decir mucho la verdad, espero puedan entender. Solo me queda explicarles el porqué de todo esto.

De Cal y Llanto

Recuerdo cuando iba cruzando con mamá aquel nuevo puente hecho con huevos, me mareaba el ruido del agua, las ojotas golpeando las piedras, tantos queriendo cruzar; no sé cómo, pero me alejé y me perdí. Retrocedí asustado e intenté volver a casa, pero las carretas y la gente me iban haciendo retroceder. Caminé mucho… tanto que los caballos se volvieron de metal, las casas crecieron relucientes hacia arriba, el fuego cayó del cielo sobre ese gran palacio blanco, y hasta el río casi desapareció. Aun lloro por las noches recordando a mamá, pero no logro encontrar aquel puente para volver.

Paranoia

Reprobé clases, me robaron, terminé con mi pareja... mal día.

Con un boleto de metro en una mano y un libro en la otra, alcancé el último tren de la noche y me senté en el suelo a leer.

En la siguiente estación se abren las puertas; de reojo veo unos zapatos blancos. Ahí estaba ella: pecas, ojos verdes, pelo anaranjado <3

¿Que lees? – Preguntó. Y nos fuimos conversando.

Justo antes de bajar me besa... intempestivamente.

Todos miraban horrorizados como intentaba verla sentada mientras el tren se iba, no sé si por la situación o porque ella nunca estuvo ahí.